Texto escrito especialmente para um concurso patrocinado pela AIL - Madrid - Spanish Language School.
El Enigma de Navidad
Aquel fue un diciembre inolvidable…
El olor a Navidad estaba en el aire. Cada casa de aquel pequeño pueblo exhalaba aromas característicos de la mejor época del año. Turrones, mazapanes, mantecados, hojaldrinas endulzaban el aire de las calles y traían a la memoria los más dulces recuerdos.
No
obstante, en la callejuela donde se ubicaba el orfanato “Dulce Niñez”, venía el
verdadero olor a Navidad: las galletas de jengibre… Los niños huérfanos
esperaban este día con mucha alegría. Dar formas a las galletas navideñas
llenaba de risas aquel lugar. Muñecos de nieve, estrellas, árboles y ángeles
iban al horno y después eran confitados con los colores más intensos que se
pueda imaginar.
Tras
una mañana de mucho trabajo, Doña Concha, es decir, abuelita Concha, como le
gustaba ser llamada, reunió a todos los niños en el salón principal del
orfanato para darles una noticia. Y anunció en alta voz:
- ¿Veis a este baúl de madera?,
niños. El padrino del orfanato, Señor Sánchez, nos ha ofertado y está relleno
de regalos… Hay libros, juguetes, golosinas y tantas otras cosas que no puedo
nombrarlas. ¡Vamos a llamarlo de Baúl del Tesoro de Navidad!
Todos los niños se quedaron
asombrados y la abuelita Concha continuó:
- Pero
solamente un niño podrá conquistarlo. Y para eso deberá descifrar el enigma de
Navidad…
Hubo un alboroto en el salón y
Doña Concha continuó:
- ¡Silencio! ¡Silencio! Para disfrutar de este
tesoro debéis descifrar el siguiente enigma que está escrito en el baúl: “El
tesoro de Roma es más grande que el tesoro de Rebas”. Caso nadie pueda
descifrar el enigma, el baúl será devuelto a nuestro padrino.
Después de eso, el silencio
reinó entre los niños y todos se miraron con expresiones de interrogación.
- ¡Muy bien!, chicos. Buena
suerte a todos. Volved a sus actividades del día.
Mientras todos dejaban el salón,
el pequeño Paco se quedó delante del objeto de su deseo, acordándose de
aquellas palabras misteriosas: “El tesoro de Roma es más grande que el tesoro
de Rebas”. Su corazón latía y a cada latido pulsaba la esperanza de realizar su
sueño, pues cumpliría diez años en el día de Navidad.
En
la hora del desayuno, de la comida y de la cena, las charlas entre los niños eran las mismas:
el enigma de Navidad. ¿Roma? Capital de Italia. ¿Rebas? Quizás un rey italiano
guardián de un tesoro… Aunque los niños se esforzaran, nadie podía descifrarlo.
Todos temían que el baúl fuera devuelto al Señor Sánchez. Todos, excepto Paco.
Víspera
de Navidad… La tarea del día era dibujar y colorear motivos navideños en una hoja
de papel. En cuanto la mayoría de los niños dibujaban los motivos tradicionales
de Navidad, Paco – obsesionado con el enigma – dibujó el baúl y escribió las
palabras claves del acertijo con letras grandes: ROMA y REBAS.
El
atardecer anunciaba la fecha más deseada del año. Tarea difícil para un niño
acostarse en la nochebuena… Paco colgó su dibujo en la pared de su habitación e
hizo una oración, pidiendo a Jesús que pudiera descifrar el enigma de Navidad. Se
quedó dormido mirando aquellas palabras enigmáticas…
Cuando
los primeros rayos de sol anunciaron aquella mañana navideña, Paco despertó de
repente de su cama y percibió que sus compañeros de dormitorio ya se habían ido
al salón del orfanato reunirse alrededor del árbol de Navidad para recibir a los
regalos. ¡El acertijo! – se acordó Paco y, entonces, al ver el reflejo de su
dibujo en el cristal de la ventana de su cuarto, sus ojos se alumbraron. Se
podía ver en el cristal, al revés, las palabras claves del enigma y todo había
hecho sentido para el pequeño Paco. AMOR y SABER… Salió corriendo por la puerta
de su habitación, en pijamas, y se adentró al salón gritando:
-
¡Yo sé el significado del enigma! – y casi sin aliento pudo decir: “El tesoro
del AMOR es más grande que el tesoro del SABER”.
Doña
Concha llena de alegría, pidió a que el niño se acercara para recibir las
llaves del Baúl del Tesoro de Navidad de las manos del padrino, Señor Sánchez,
mientras los niños aplaudían calurosamente el vencedor.
Después
de recibir las llaves, Paco sorprendió a todos con las siguientes palabras:
-
Hoy es el día de mi cumpleaños y quiero dividir el tesoro con todos mis
compañeros porque el amor es el mejor regalo de Navidad que se puede compartir.
Hasta
hoy, nadie se olvida del niño Paco que, a pesar de tan pequeño, poseía gran
sabiduría y un corazón que desbordaba tanto AMOR…
Professor Denilson Duarte
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